Marián es parte de nuestro equipo y trabaja desde Ponferrada.
Ella es delicada y atenta con sus clientes y esto es lo que hace que tenga el éxito que tiene.
Ha vivido en primera persona el sufrimiento de tener a un familiar en el hospital durante mucho tiempo y se ha sentido sola en muchas situaciones ante el desamparo de las instituciones o la deshumanización de algunos centros hospitalarios públicos.
Nos ha parecido una muy buena idea que ella lo cuente de su puño y letra, así que vamos a entrevistarla:
- Cuéntanos, Marián, ¿Cuál fue tu situación en el hospital? ¿Qué te llevó a tener que vivir esa experiencia?
- ¿Qué fue lo peor de estar tanto tiempo teniendo que ir al hospital?
- De lo que viviste, ¿qué sabes que no olvidarás?
- ¿Qué le dirías a esas personas que tienen que acompañar a sus familias en los hospitales hoy en día?
Puedo contestar a estas preguntas haciendo un pequeño resumen de mi experiencia.
Empiezo diciendo que tuve la suerte de poder cuidar de mis padres porque hay hijos que aunque quieran no pueden y esto me ha aportado una experiencia que me abrió los ojos al mundo para mirar de otra manera.
En mi caso fueron 15 años entrando y saliendo del hospital, a veces antes de las 24 horas ya estábamos de vuelta.
Me ha dado tiempo a valorar situaciones difíciles de otros enfermos y también del personal de asistencia sanitaria.
Mi primera experiencia comenzó cuando después de dos meses en cuidados intensivos, a mi madre la pasaron a planta. Era una habitación de cuatro camas con el espacio justo para que entre ellas hubiera una mesita estrecha.
Mi madre continuaba dormida cuando la trasladaron y tenía una traqueotomía realizada.
Recuerdo como la enfermera me dijo: – “cuando oigas que se ahoga, la tienes que aspirar” Y me enseño como hacerlo.
En ese momento lo primero que pensé fue: – ¡Dios mío! ¿¿Que dice esta mujer??¡¡¡Es su trabajo no el mío!!!
Por supuesto pedí hablar con el médico que me cito en su despacho porque la situación no era propia de una profesional.
Le expuse lo ocurrido y me dijo: venga conmigo.
Pasamos, sin decir nada, por varias habitaciones iguales a la de mi madre con enfermos en su misma situación.
Cuando volvimos al despacho, ya con más calma, me dijo con mucha amabilidad: Esta planta es para enfermos con daños neurológicos. No sabemos si se van a recuperar. Lo que sí que sabemos es que necesitan cuidados continuos. No tenemos ni espacio ni personal suficiente y ahí es cuando los acompañantes tienen que aprender a cuidarlos, lamentablemente. Aquí empieza la rehabilitación de tu madre. No tengas miedo lo vas hacer muy bien.
Después me entere que era uno los mejores neurocirujanos de Europa.
Fueron 6 meses muy duros donde pasaron otras enfermas y fui conociendo sus casos y sus familias. Pero la que nos dejó marcados tanto a mis hermanos como a mí fue una presa de la cárcel de Mansilla. Tenía daños cerebrales causados por una paliza en la cárcel.
No tenía familia ni recibía visitas. Las enfermeras la trataban con la misma dedicación que al resto, por supuesto.
Si oía que se ahogaba llama a la enfermera, pero no me atrevía a tocarla.
Un día la enfermera tardo más tiempo de lo habitual por una urgencia y la aspire igual que lo hacía con mi madre. Cuando llego la enfermera la vio tranquila y respirando con normalidad y lo agradeció muchísimo.
Desde ese día la cuidamos como si fuera de nuestra familia.
Durante 15 años he vivido situaciones iguales continuamente. Personas mayores, indefensas, solas.
Esperan que las auxiliares tengan tiempo para darlas de comer. Auxiliares escasas con mucha carga de trabajo. ¡¡No llegan a más!!
Ellas también sienten impotencia y tristeza.
Me pregunto por qué no existe en todos los hospitales y centros de mayores una persona encargada de supervisar la soledad. La necesidad de compañía a ciertas horas, para la comida y cuidado personal.
El cuidado personal es muy importante en las personas mayores, hay que prestar atención en la piel y las uñas y también requieren masajes o cosas como peluquería. ¡Todos ellos requieren tantos cuidados como los de un bebé!
Es importantísima esta dedicación para que todos puedan terminar sus días con cariño, respeto y dignidad.
En un futuro próximo las administraciones no lo van a hacer. Tenemos que enseñar y aprender a hacerlo sin esperar a contar con nadie. Tenemos que dar ejemplo de humanidad para que otros lo sigan, se llama compasión y solidaridad.
No lo puedo decir de otra manera: ¡¡CUIDEMOS DE NUESTROS MAYORES!!