En la búsqueda de nuestro propio bienestar emocional debemos tener muy en cuenta nuestra salud laboral: cómo nos sentimos, si nos desarrollamos en la medida que queremos, si nos sentimos completos, apoyados y bien remunerados o si nos sentimos valorados.
Lo que percibamos en nuestro ambiente laboral afectará directamente (aunque a veces lo queramos evitar) en nuestro entorno personal y también en el rendimiento económico de la empresa.
Por eso, las empresas del siglo XXI, pensamos con más fuerza y convicción en que promover un ambiente laboral sano, será siempre la mejor opción.
Además, está demostrado que los niveles productivos aumentan notablemente en empresas con un nivel de felicidad alto.
Los factores que influyen en que ese ambiente sea sano y cálido son, entre otros, los siguientes:
– Autonomía: ¿Puedo tomar decisiones y ejecutar de forma libre?
– Confianza: ¿Mis superiores y compañeros confían en mí y en mi trabajo?
– Adaptabilidad: ¿Mi puesto de trabajo se adapta a mí y a mis circunstancias?
– Conciliación: ¿Puedo compaginar cómodamente mi vida familiar con mi vida laboral?
– Remuneración: ¿Mi sueldo se ajusta a mi desempeño?
Si la respuesta es sí a cada pregunta, estás en el lugar correcto.
Si además tu empresa vende productos para mejorar la vida de otras personas, esto cobra mayor importancia.
Un vendedor con un nivel de bienestar laboral alto venderá desde la emoción, desde lo que él/ ella siente por el producto y el entorno que lo rodea. Aportará confianza y valor, actitud, ganas y verdad. Cuando hablamos de seguros, nos parece imprescindible que el entorno en el que se mueve nuestro equipo contenga sin ninguna duda, todos los factores de los que estamos hablando.
Y, ¿cómo promovemos esto? Pues es bastante más sencillo de lo que parece: comunicación abierta, buena intención, cero prejuicios, constancia y coherencia en nuestras decisiones y, lo más importante: nos rodeamos de personas con unos valores y una ética superlativos.